(Publicado el 17/01/25 en el Diari Ara)
Por el recinto de Diaoyutai, construido en un jardín imperial de la dinastía Qing, han pasado nombres como Richard Nixon, Margaret Thatcher, Borís Yeltsin o Vladímir Putin. El año pasado, sin embargo, quien fue recibido allí por Li Qiang, primer ministro de China, fue Elon Musk. El empresario fue elogiado por los líderes del Partido, por la prensa oficial y por sus fans en las redes sociales chinas. Musk era todo sonrisas y buenas palabras hacia China. No era ninguna novedad: en los últimos años, el millonario ha felicitado el Partido Comunista de China por su centenario, ha elogiado el modelo de desarrollo del país y ha dicho que Taiwán tendría que seguir el modelo de Hong Kong e integrarse de facto en China.
Li Qiang y Elon Musk son viejos conocidos. Cuando era secretario del Partido Comunista en Shanghai, Li fue quien atrajo a la Tesla de Musk para que construyera una megafábrica en Shanghai, ofreciéndole condiciones extremadamente favorables y subsidios del gobierno. Ahora mismo, Tesla produce más de la mitad de sus automóviles en China. La apertura de la megafábrica en 2019, en un momento de tensiones entre Estados Unidos y China, fue un punto muy positivo en el currículum de Li Qiang. Pocos años después, sería nombrado mano derecha de Xi Jinping y primer ministro. Para Tesla, China ahora representa el 35% de sus ventas mundiales. Tener acceso al mercado chino es esencial para cualquier empresa automovilística que quiera ser relevante en la economía global actual. En un mercado con mucha competencia local -Tesla solo representa el 6% de los vehículos eléctricos que se venden en China- llevarse bien con las autoridades políticas es esencial.
La relación de Musk con China se define tanto por lo que dice como por lo que calla. Musk dedica centenares de mensajes en las redes a criticar la “censura” o las leyes “contra la libertad de expresión” que, según él, la UE o el Reino Unido estarían implementando. A pesar de su cruzada como “absolutista de la libertad de expresión”, sin embargo, Musk nunca ha criticado a China por el hecho de que bloquee las redes sociales occidentales, incluida X. De hecho, es probable que Musk nunca haya criticado a China públicamente: sus tuits unánimemente elogiosos sobre el país van a menudo acompañados de adjetivos como “espectacular” o “increíble”. Que Musk no critique o cumpla dócilmente con políticas restrictivas con la libertad de expresión es habitual: lo ha hecho también para silenciar voces críticas en países como Turquía o India.
Quien no se fía de Musk son los taiwaneses: la isla está desarrollando su propio sistema de satélites alternativo al Starlink de Musk. Las autoridades taiwanesas no quieren acabar dependiendo, como les ha sucedido a los ucranianos, de que una infraestructura crítica en caso de conflicto esté expuesta a los cambios de ánimo o intereses de Musk. En todo este contexto, el gran interrogante del futuro próximo es: ¿cómo se conjugará la sinofilia muskiana con el garrote de aranceles contra Pekín que está preparando Donald Trump?
No tengo claro si Musk es un infiltrado chino en el gobierno de Trump o un infiltrado de Trump en China 🤣
Just dos dies després que aquest article fos publicat Elon Musk va criticar que X no pugui operar a la Xina: "I have been against a TikTok ban for a long time, because it goes against freedom of speech.
That said, the current situation where TikTok is allowed to operate in America, but 𝕏 is not allowed to operate in China is unbalanced.
Something needs to change."