Notas sobre el Imperio Austrohúngaro, la UE y el buen imperio
Algunas notas y pensamientos después de haber leído The Habsburg Empire, de Pieter M. Judson, una historia del Imperio Austrohúngaro:
Para el Imperio Austrohúngaro, el pluralismo étnico, lingüístico y religioso era un valor en sí mismo. La gestión y defensa de este pluralismo, y no la reducción de este o el asimilacionismo a una sola etnia/lengua, era uno de los valores y objetivos principales del Imperio.
Las minorías o los campesinos usaron al Imperio como poder aliado en contra de las élites locales. Por ejemplo, los campesinos de Galicia apoyaban al Imperio como contrapeso a la nobleza feudal local o a los nobles polacos. Algunas minorías religiosas (judíos, eslovacos…) apoyaban al Imperio para contrarrestar los planes asimilacionistas de la mayoría magiar de Hungría. Se producía un fenómeno parecido a, por ejemplo, el de los grupos liberales o LGTBI actuales que apoyan a la UE para contrarrestar a gobiernos nacionales conservadores o autoritarios.
El Imperio Austrohúngaro fue el gran experimento de gobierno moderno bajo el cual convivían diversas lenguas y etnias. La acción gubernamental no quería suprimirlas o asimilarlas, sino que las consideraba parte de su identidad imperial. El alemán se extendió como la lengua más general debido a etapas centralizadoras del Imperio, más que por teorías de superioridad lingüística. En Hungría, la imposición del húngaro sí que tuvo raíces más asimilacionistas, cosa que creó choques con minorías como la eslovaca, la rumana o la ucraniana (antes, en Hungría, el latín, una lengua “de nadie”, era la lengua administrativa). A nivel del Imperio, siempre hubo la tensión entre el utilitarismo administrativo de extender el uso del alemán (y adoptar una lengua “común”), y el respeto a la identidad local mediante el uso administrativo de las lenguas vernáculas. La opción pluralista casi siempre acabó imponiéndose.
Un ejemplo, el ejército:
In 1868, [Austro-Hungarian] conscripts gained the right to be trained in their own languages and to use their own languages within their regiment with each other and with officers up to the rank of capitan...If a minimum of 20 percent of a regiment's recruits spoke one of the official languages of the empire, that language became one of the regiment's official languages...Officers in each regiment were encouraged to learn the languages spoken by the recruits they commanded.
Hungría siempre fue el actor díscolo del Imperio. He leído comparaciones con el Reino Unido y la UE. Siempre se resistió al control imperial. Primero, la nobleza húngara no quería perder sus privilegios feudales. Después, esa resistencia se articuló desde el punto de vista étnico del estado-nación. Hungría, bajo la monarquía dual, tuvo gran independencia, excepto en política exterior y ejército. Uno de los grandes motivos por los que Hungría quería seguir siendo parte del Imperio, aunque a regañadientes, era la protección que le ofrecía ante grandes potencias como el Imperio Ruso o el Otomano.
Hubo movimientos que querían llevar en otras direcciones al Imperio: por ejemplo, el que quería que Austria se uniera a una Gran Alemania; o los que promovían una Austro-Eslavia.
El Imperio Austrohúngaro ofrece una nueva visión de la palabra Imperio, más allá del colonialismo europeo-occidental. El Imperio como alternativa pluralista al estado-nación. El Imperio como contrapunto a la tiranía de las mayorías étnicas. ¿Un sucesor, aparte de la UE, fue la Yugoslavia de Tito?
No es casualidad que, para los conservadores catalanistas de principios del siglo XX, el Imperio Austrohúngaro fuera una realidad muy a tener en cuenta.
El Imperio Austrohúngaro ofrece ejemplos de realidades étnicas plurales, no solo en regiones, sino también en grandes ciudades. Por ejemplo, Lviv, donde habitaban polacos, ucranianos y judíos. O Brno, en la actual República Checa, donde vivían alemanes y checos. La variedad en estas ciudades también era religiosa: judíos, ortodoxos, calvinistas… ¿Pueden ser estas ciudades imperiales un ejemplo para las ciudades multiculturales actuales, donde se agrupan poblaciones cristianas, seculares, islámicas e hindúes? El Imperio fue garante de esta pluralidad religiosa, un papel similar al que juega ahora la UE. Al mismo tiempo que era garante de esta tolerancia religiosa, en muchas ocasiones celebró públicamente la religión católica. No era incompatible.
En cierto momento, el Imperio quitó todos los aranceles entre sus diferentes unidades y creó una unión aduanera al estilo de la UE.
En múltiples etapas del Imperio, hay momentos de explosión popular en el que se percibe como absolutamente compatible el reivindicar la nación a la vez que se reivindica el Imperio. No hay incompatibilidad, excepto en casos como el húngaro, donde bastantes veces la nación se ha forjado en oposición a Viena.
¿Puede existir unión sin un patriotismo histórico común? En el Imperio había un monarca común, ¿pero puede construirse este patriotismo solo en base a derechos y beneficios comunes?
Actualmente, los defensores del estado-nación aseguran que esta es la única manera de proteger la identidad propia frente a poderes supranacionales mayores. ¿Pero qué pasa cuando hay diversas identidades dentro del mismo estado-nación? ¿Un Imperio donde no hay una mayoría étnica clara no protegerá mejor el pluralismo?
Como argumenta Caroline de Gruyter, el Imperio y la UE son, por naturaleza, imperfectos y tienden al compromiso:
Both are multi-ethnic entities, functioning in a similar way – by procrastinating and muddling through, because they always unfailingly go for compromise. The result is per definition imperfect, always. When you try to please everyone, you will never get it completely right. All those criticising the EU for always being late and kicking the can down the road have a point – but they should realise: this is the nature of the beast. And it is probably all we’re going to get.
La imperfección, el modelo “a medias”, es sinónimo de supervivencia:
“Federalists are constantly disappointed that the EU is not powerful enough. Nationalists, by contrast, portray it as a superstate that is too powerful. Both camps are permanently disappointed and impossible to please. Instead of dreaming of an EU they will never get, Europeans should learn to accept that fortwursteln (‘muddling through’) is in the European DNA. It has helped them to become peaceful and prosperous. The fact that the EU is a half-way house is probably part of the reason it is still there – not threatening powerful European states but complementing them, protecting the small states against the big ones, not just taking sovereignty but also giving it back to them. All the nations under the big roof give their input, never getting all they want, but enough to stay inside.
El mayor vector de las guerras culturales entre los nacionalismos del Imperio, al margen de los partidos políticos, fue la escuela. Toda escuela adoctrina.
Los nacionalistas buscaban, para hacer más sólido su proyecto, que la gente adoptara una identidad sólida y única. Pero, en muchos casos, esta era circunstancial y variable, múltiple y condicionada por el contexto. En los censos imperiales, muchos individuos cambiaban su adscripción étnica/lingüística a lo largo de los años. La reivindicación nacionalista de una élite, generalmente, antecedía la auto-identificación nacional de la población. La mayoría del pueblo no era naturalmente nacionalista, sino que los nacionalistas lo educaban para que lo fuera. Lo educaban en basar su identidad en la nación y no en la clase social o la ideología. Lo educaron tanto en la compatibilidad total entre nación e Imperio como, ya entrada la Primera Guerra Mundial, en la incompatibilidad entre ambos.
Los alemanes del Imperio veían su identidad como la más inclusiva, pragmática y universal. También la veían como culturalmente superior. La consideraban tan universal que, para ellos, calificarla de “nacionalismo” habría sido rebajar su importancia. Era una identidad que no estaba cerrada. Uno, educándose en la lengua alemana o publicando en alemán, podía ser alemán. No había todavía, al menos en la mayoría de los alemanes del Imperio, una concepción exclusivista étnica. El nacionalismo alemán particularista, sin embargo, cogía fuerza cuando otra nacionalidad (por ejemplo, los checos en Bohemia) se le enfrentaba en un territorio donde también habitaban alemanes étnicos.
El Imperio cae no por un proceso de decadencia o por ser una “prisión de los pueblos”, sino por la Primera Guerra Mundial. Austria impone una dictadura militar que aliena a un pueblo que ya llevaba inserto en un proceso democrático desde hace años. El Imperio es incapaz de proveer alimentos a la población y la escasez es generalizada. El Imperio deja de tener, para la población, una razón de ser, al no poder cumplir con sus “obligaciones”.
Los húngaros se niegan a la creación de un Imperio trial propuesto por Austria, en el que la monarquía reinaría sobre: 1) una federación austríaca; 2) Hungría y 3) un nuevo reino sur-eslavo (la futura Yugoslavia).
Los estados-nación que suceden al Imperio Austrohúngaro no son más democráticos. Heredan la situación material de un Imperio (administrar un territorio étnicamente plural), pero su solución no se basa en gestionar esta diversidad mediante instituciones que la reconozcan, sino en ir reduciendo la existencia o los derechos de las minorías. Las minorías son un estorbo para la narrativa y conclusión del estado-nación. Para el Imperio, en cambio, las minorías y su equilibrio y defensa pluralista eran su razón de ser.
¿Es el estado-nación intrínsecamente superior a los imperios? ¿Hay una necesidad histórica de que los Imperios acaben disgregados en estados-nación? ¿Es la mala prensa de los Imperios más una auto-justificación de los estados-nación que una verdad histórica? En el caso del Imperio Austrohúngaro, al menos, gran parte de la democracia y de los derechos de las minorías cayeron una vez que se disgregó el Imperio. La represión de las minorías dentro de los estados-nación llegaría a sus cotas más extremas en la Segunda Guerra Mundial.