Escribí esta crónica larga sobre la geopolítica de Grecia después de viajar al país y de leer durante meses sobre la historia post-independencia griega.
Al final, tuve que hacer una versión más corta para El País, que se publicó el pasado 20 de mayo, justo antes de las elecciones griegas.
Aquí os dejo el texto largo original, que incluye más observaciones sobre el terreno y una reflexión más amplia:
Grecia, centro geopolítico de Eurasia
¿Por qué la Acrópolis de Atenas es tan perfecta, impoluta y rotundamente clásica? No siempre había sido así. Antes de la independencia de Grecia en 1830, había una mezquita dentro del Partenón, una torre medieval de los francos se alzaba por encima de las ruinas clásicas y edificaciones bizantinas y casas populares poblaban sus laderas. Con la creación del nuevo Estado griego, se decidió derruir toda edificación que rompiera la conexión entre la vieja Grecia clásica y la nueva Grecia independiente. La Acrópolis quedó “limpia” de influencias extranjeras. Fue un arreglo estético: irónicamente, en aquel momento, el destino de Grecia estaba fuertemente controlado por potencias externas como el Reino Unido, Francia o Rusia.
¿Está viviendo la Grecia actual una situación similar? Durante mi último viaje a Atenas, me sentí como un viajero a la Grecia post-independencia: no era fácil detectar a simple vista las nuevas influencias que estaban marcando a la Atenas del siglo XXI. Uno podía quedar engañado por el carácter campechano de la capital, los bares con viejos tomándose una eterna taza de café y su paisaje de ruinas griegas entre pisos decadentistas balcánicos. Pero, más allá de esta Grecia a pie de calle, había la Grecia geopolítica de los mapas. Una Grecia que ya no sólo estaba influida por Europa y su vecindario. Una Grecia que se había convertido, por propio derecho, en uno de los núcleos centrales de Eurasia.
Las nuevas fuerzas que marcarían el siglo XXI estaban chocando en Atenas. Algunas eran viejas conocidas. La más obvia era la Unión Europea: con todos sus altibajos, Grecia había conseguido gracias a ella formar parte de una potencia mundial y así multiplicar su poder de influencia. La UE es el actor internacional más simbólicamente omnipresente en el país: eran incontables las banderitas comunitarias que vi en construcciones financiadas por fondos europeos. A pesar de los agrios recuerdos de la reciente crisis de la deuda griega, la dirección europea del país estaba clara. Como explica Roderick Beaton en su excelente Greece: Biography of a Modern Nation, así había sido siempre en los momentos claves de su historia: en la guerra de independencia en 1821, en la guerra civil en 1946 y en la reciente crisis de 2009, frente a la decisión sobre si orientarse hacia Occidente o a Oriente, Atenas siempre se había decidido por la primera opción.
Si espiritualmente Grecia se ha decidido por Europa, geográficamente está condenada a lidiar con los problemas del Mediterráneo Oriental, punto de unión de tres continentes. Y aquí hay un actor claro que querría la hegemonía de la región: Turquía. Atenas siempre ha sido un importante actor comercial marítimo, pero ahora también lo quiere ser en el plano militar: Grecia es el país de la OTAN y la UE que más porcentaje de su PIB gasta en defensa. Atenas y Ankara están chocando como poderes marítimos en el Egeo y el Mediterráneo Oriental, donde hay reservas claves de gas natural. Existe una suspicacia histórica permanente entre turcos y griegos: en las no tan antiguas novelas de Nikos Kazantzakis, aparecen campesinos que reclaman una Gran Grecia con capital en Constantinopla. Tanto Turquía como Grecia son miembros de la OTAN, pero siempre en tensión tanto por conflictos antiguos, como la división irresoluta de Chipre, como por tendencias nuevas, como los amagos neo-otomanistas de Erdogan. La oposición turca, ofreciendo flores a la tumba de Ataturk antes de las elecciones, tampoco tranquiliza a los griegos y sería continuista en el plano geopolítico.
El conflicto entre Grecia y Turquía no se acaba en sí mismo, sino que implica a múltiples territorios del antiguo Imperio Otomano en Oriente Medio y el Norte de África. Como si hubiéramos vuelto a la Atenas pre-independencia, en algunos barrios de la ciudad se palpa una importante población islámica. Centenares de miles de refugiados sirios, afganos e iraquíes han cruzado Grecia en su huida. La Grecia euroasiática será, irremediablemente, una Grecia multicultural. Atenas, además, ha estado y está fuertemente ligada con Oriente Medio a través de la alta política. Si durante el populismo de Andreas Papandreu en los 80 se tonteaba con Gadafi, al-Assad o el terrorismo de Abu Nidal, ahora el triángulo de colaboración es Atenas-El Cairo-Jerusalén. En colaboración con Chipre, estos tres países han formado un bloque opuesto al eje Turquía-Libia en el Mediterráneo Oriental. También han promovido el Eastern Mediterranean Gas Forum, una organización formada Grecia, Chipre, Egipto, Israel, Palestina, Jordania, Francia e Italia -y que, significativamente, excluye a Turquía-.
Si la zona de influencia clásica de Atenas ha sido el mar, nuevas oportunidades se le han abierto por tierra y hacia el norte, en dirección a los Balcanes Occidentales. Durante el gobierno del denostado izquierdista Alexis Tsipras, Grecia consiguió solucionar con Macedonia del Norte un conflicto por el nombre del país que se había cronificado durante décadas. Eso permitió que los Balcanes Occidentales pudieran avanzar en su entrada a la Unión Europea y la OTAN. También ha abierto la oportunidad a Atenas de ser un poder clave en la región: el PIB de Grecia es casi tres veces mayor que el de todos los Balcanes Occidentales juntos.
Quien vio con suspicacia esta estabilización entre Grecia y los Balcanes es un actor con el que Atenas siempre ha tenido una relación ambigua: Rusia. A pesar de las afinidades ortodoxas entre Atenas y Moscú, estas nunca se han traducido en una alianza política. La Rusia zarista, la Unión Soviética y la Rusia de Putin han intentado que Grecia virase en su dirección, siempre sin éxito. Durante la crisis de la deuda griega, Tsipras y sus socios de la derecha nacionalista griega ANEL hicieron amagos de acercamiento a Putin. El embajador ruso fue el primer representante internacional que recibieron. Sin embargo, como ha explicado el politólogo Dimitar Bechev, Atenas rompió drásticamente sus lazos con Moscú y expulsó a diplomáticos rusos en 2018, cuando estos intentaron boicotear las negociaciones entre Grecia y Macedonia del Norte, con el objetivo de alejar a la OTAN y la UE de los Balcanes Occidentales. Aunque más invisible, también existe una batalla soterrada entre griegos y rusos por el liderazgo de la Iglesia Ortodoxa y sus comunidades en Asia y África.
Esta tensión contrastaba con el efusivo apretón de manos que se dieron en 2017 Tsipras y Donald Trump. El antiguo icono de la izquierda internacional y el nuevo de la derecha sonreían juntos ante las cámaras. Las razones eran puramente geopolíticas. Grecia necesita el apoyo de Estados Unidos contra Turquía. Washington ve en Atenas un país que ha apostado seriamente por la militarización y mediante el que puede recuperar poder en el Mediterráneo Oriental y hacer de contrapeso a Ankara. Los americanos también tienen un objetivo a largo plazo: contrarrestar a China. Los griegos tienen una visión mucho más positiva de China que la mayoría de europeos, según el Pew Research Center. Los gobiernos de izquierdas y de derechas en Atenas nunca han querido jugar la carta de la confrontación. Grecia bloqueó en 2017 un comunicado crítico de la UE contra Pekín, pero en 2020 vetó de facto el 5G de Huawei. La china COSCO es la propietaria del Puerto del Pireo, el mayor de Grecia. Hay una nueva diplomacia de los puertos: los rusos controlan el de Salónica y para los americanos es clave el de Alejandrópolis, que se ha convertido en una ruta clave para armar a los ucranianos y proveer a Europa Oriental con Gas Natural Licuado. En este mar cambiante de influencias, amenazas e intereses, es donde Grecia navega como uno de los puntos neurálgicos de la nueva Eurasia.
Muy interesante y muy fresca información y análisis del perfil geopolítico de Grecia.
Además es altamente interesante ara América Latina, dónde se desconoce en mucho este capítulo sobre Grecia.