Li Keqiang (1955-2023)
A todos los que seguimos la política china nos ha sorprendido la muerte de Li Keqiang, primer ministro estos últimos diez años. Li había dejado el cargo hace pocos meses, sustituido por Li Qiang. Tenía 68 años.
Si uno se fija, la mayoría de los obituarios sobre Li Keqiang en la prensa extranjera dedican mucho más tiempo a comparar a Li con Xi Jinping, que a hablar del propio Li. La idea repetida es que Li podía haber sido la alternativa “liberal” -léase la alternativa “buena- a Xi Jinping. Estos días veremos muchos elogios respecto a la figura de Li. Pero siempre en contraste con el omnipresente Xi: es simbólico de la escasa autonomía y poder político que ha tenido el primer ministro esta última década.
Para mí, la figura de Li Keqiang ha quedado sobre todo en la memoria como símbolo del wishful thinking que muchos intelectuales y periodistas tienen respecto a una siempre acechante deriva liberal del Partido Comunista de China. En el último Congreso del Partido Comunista en 2022, quien encabezó esta tendencia fue la periodista del The Wall Street Journal Lingling Wei. La reportera es una de las voces con más contactos y más autoridad de cara a analizar la opaca política china. Tengo la sensación de que buena parte de sus contactos son o eran del círculo de Li Keqiang. De cara al último Congreso del Partido, donde se dudaba de si Xi Jinping consolidaría su poder o habría más repartición entre facciones, Lingling Wei “sembró” la teoría de que Li Keqiang seguiría como primer ministro y que uno de sus protegidos, Hu Chunhua, podría acabar como miembro del Comité Permanente, el órgano supremo de la política china. De esta manera, se formaría una facción “liberal” que podría hacer de contrapeso a Xi. Muchos creímos en esta posibilidad -si buscáis hemeroteca, yo la di por posible en mis análisis-. Finalmente, ni Hu Chunhua ni el propio Li Keqiang fueron elegidos. Xi creó un nuevo Comité Permanente donde todos eran de su círculo cercano -algunos dirían “facción”-. El supuesto poder y apoyos en la sombra que podía tener Li Keqiang dentro del Partido resultaron ser humo.
Cuando salió este resultado de un Comité Permanente totalmente dominado por “xiístas”, me di cuenta de que había que hacer autocrítica. Aunque yo suelo ser de los que alertan de que no hay que equiparar nuestros deseos liberales con la realidad política de China, esta vez caí claramente en la trampa. Para nuestro marco mental, el dominio aplastante de Xi nos cuesta de entender y, cuando podemos, tendemos a buscar grietas o contrapesos donde simplemente no los hay.
Li Keqiang era ese “héroe trágico” que los occidentales y los intelectuales liberales chinos inflaron más de lo que su figura real significaba. He visto obituarios, por ejemplo, que lo describen como alguien popular entre el pueblo chino, en comparación con un frío y distante Xi. Pero me temo que la realidad es todo lo opuesto. Xi Jinping es muchísimo más popular entre el chino de a pie que lo que nunca podría haber soñado Li Keqiang. Entre los minoritarios círculos liberales chinos -sobrerrepresentados en voz y sobrerrepresentados como fuentes para los periodistas extranjeros-, Li obviamente es mucho más popular, en buena parte por la animadversión que estos sectores tienen a Xi. Pero en términos de “hombre del pueblo”, Xi es claramente quien se lleva ese título en China. Quizás sea injusto: mientras que Xi es de familia roja privilegiada y creció políticamente en las provincias punteras de Zhejiang y Fujian, Li es de orígenes más humildes e hizo cantera en la empobrecida Henan y la desindustrializada Liaoning. Li creció políticamente en provincias “perdedoras” del crecimiento económico chino. Seguramente era más consciente de la situación del hombre chino de a pie. Pero en política no importa la justicia de las impresiones, sino la fuerza que tienen.
A pesar de las comparativas, Li Keqiang no tuvo en ningún momento la fuerza para ser un contrapeso realista a Xi. En mi último viaje a China, una amiga en Shanghai me contó que los políticos preferidos de su madre eran Mao Zedong y Zhou Enlai. “¿Cómo puede ser, si son tan diferentes?”, le pregunté. “A los chinos nos gusta el contraste entre el poderoso, duro y revolucionario Mao, y el intelectual, refinado y suave Zhou”, me dijo. El binomio Mao-Zhou funcionó porque ambos tenían popularidad y poder real. El binomio Xi-Li nunca existió por la total asimetría de poder entre ambos. Hay voces que han especulado de que, como ha pasado con anteriores políticos “reformistas” como Zhou Enlai o Hu Yaobang, con la muerte de Li pueden empezar a formarse concentraciones de recuerdo que podrían derivar en protestas contra Xi Jinping. Me parece totalmente implausible. Li para nada ha sido tan popular como Zhou, ni nunca llevó a cabo una exploración efectiva liberalizadora como la de Hu Yaobang. De nuevo, parece que necesitamos inflar la figura de Li ante el poder sin contrapesos de Xi -¡incluso Mao tenía su Zhou para “frenarlo”!-. Como anécdota, en mi timeline de Wechat -que por sesgo debería ser más liberal- apenas he visto mensajes de condolencia por la muerte de Li, mientras que sí vi mensajes sobre las protestas de Shanghai contra la “covid cero” o por la muerte de Li Wenliang. Al menos, en mis redes sociales chinas, la muerte de Li ha pasado sin pena ni gloria.
Algunos obituarios también se preguntan que habría significado que Li hubiera gobernado China en vez de Xi. La imagen que se pinta es de un rosa absurdo. El caso más cercano a lo que habría sido un gobierno de Li son los años de Hu Jintao -recordemos que eran de la misma facción-. En contraste con Xi, en los últimos años se ha pintado a Hu casi como un abuelo benevolente. Pero recordemos que los mismos que ahora dicen esto se llevaban las manos a la cabeza con el autoritarismo de Hu en su represión al Tíbet, las detenciones por los Juegos Olímpicos o la puesta en prisión de Liu Xiaobo y otros disidentes. Hay tendencia a imaginar alternativas liberales y salvadoras en figuras que no tienen ninguna posibilidad de poder real. Seguramente un gobierno de Li Keqiang habría recibido más los calificativos de “autoritario” o “represivo” que de “pro-demócrata” o “liberal”.
Pero no todo es una cuestión de poder. También hay elementos de la postura económica de Li Keqiang que han quedado anticuados respecto los tiempos actuales. Que Li defienda una política económica de “reforma y apertura”, en contra del aumento del poder del Estado y priorización de la seguridad de Xi, incita a sueños de una China alternativa más abierta y liberal. Pero este modelo choca frontalmente con las tendencias geopolíticas actuales y su ramificación económica, es decir, el revival de la política industrial. Vivimos en tiempos en que Estados Unidos, la UE, India, Rusia… hablan de priorizar la seguridad económica por encima de la eficiencia, de asegurar las cadenas de suministro en vez de liberalizarlas, de gastar en política industrial en vez de dejar libre al mercado. ¿Realmente una Likenomics liberalizadora sería viable en este contexto geopolítico? A veces se analiza la politización de la economía de Xi como un fenómeno puramente interno, pero si miramos al resto del mundo vemos que la dirección es la misma. El modelo económico propuesto por Li era la continuación de uno de Deng que tuvo su ventana de éxito en la globalización de un mundo unipolar. Los equilibrios de poder han cambiado. Los tiempos en los que Li Keqiang habría podido ser exitoso ya habían desaparecido años atrás.