Las fábricas han liberado a las mujeres chinas
(Publicado en el Diari Ara el 24/03/24)
Acabábamos de almorzar dumplings de cangrejo en un restaurante de Shanghái y K. me contó cómo había escapado de su pueblo. Había crecido en Anhui, una provincia pobre de China. Su madre intentó montar un pequeño negocio, pero su padre lo vendió sin que ella lo supiera para pagar deudas de juego. K. creció viendo cómo su padre golpeaba a su madre y la enviaba varias veces al hospital. Cuando era niña, miraba las telenovelas donde aparecían señoras trabajando en oficinas y vestidas de manera elegante y occidental. Quería ser como ellas. Se fue rápido del pueblo. Cuando regresaba para ver a su madre, el sentimiento que la invadía era el odio hacia todos los vecinos que habían mirado hacia otro lado ante la violencia que ocurría en su hogar. Volver al pueblo era recordar un círculo de impunidad que quería dejar totalmente atrás.
Después de almorzar, mientras paseábamos junto al río Huangpu, le pregunté a K. cómo había vivido las famosas protestas de Shanghái contra las restricciones por la covid-19. "¿Qué manifestaciones? Ah, eso... Sí, me suena que hubo algo." El desinterés de K. me sorprendió, pero, en realidad, era una respuesta muy habitual que me había encontrado entre los jóvenes chinos. Muchos de ellos consideran que las opresiones económicas o de género tienen mucho más impacto en su día a día que el autoritarismo del Partido. Tanto K. como otras chicas chinas con las que había hablado veían el ser mujer como el mayor desafío al que aún tenían que enfrentarse.
Era una batalla que había comenzado a principios del siglo XX. Con la caída del imperio Qing, nuevas ideas, incluido el feminismo, estallaron en China impulsadas por el movimiento del 4 de mayo, que criticaba la cosmovisión tradicional y patriarcal confuciana. Más tarde, el comunismo de Mao promovió una igualdad de género, al menos en teoría, que rompía con el modelo milenario.
Pero la gran liberación de la mujer en China no fue planificada: se produjo con la migración masiva del campo a la ciudad, a raíz de las reformas económicas de los años 80. En primer lugar, ir a trabajar a una fábrica que estaba a miles de kilómetros del pueblo permitió a las jóvenes chinas salir del control comunitario tradicional. En segundo lugar, trabajar en la fábrica hizo que consiguieran más dinero y propiedades, lo que aumentaba su independencia y estatus social. Finalmente, en los dormitorios comunitarios de la fábrica formaron grupos de amigas, redes de apoyo al margen de los hombres donde podían expresar esperanzas y frustraciones.
Como en el caso de K., para estas chicas volver al pueblo fue extraño. Eran más ricas y habían visto más mundo que los hombres campesinos que, al regresar, intentaban tratarlas de manera condescendiente o machista. Se dieron cuenta de que ya no pertenecían al pueblo. Algo había cambiado radicalmente.