(Publicado el 24/05/25 en el Diari Ara)
La semana pasada, Donald Trump viajó a Oriente Medio y llenó los titulares de los periódicos. El presidente estadounidense se reunió con el nuevo presidente sirio, Ahmed al-Shara, tras años de sanciones a Damasco. En un giro contrario a los halcones de Washington, Trump también dijo que estaba abierto a negociaciones con Irán sobre su programa nuclear. Quien quedó relegado fue Netanyahu, lo que generó especulaciones sobre un enfriamiento de las relaciones entre Washington e Israel. Entre todos estos titulares, un hecho ocurrido en el Golfo Pérsico pasó más desapercibido, pero probablemente tendrá un impacto igual de importante en la geopolítica del futuro.
Trump no viajó solo a Oriente Medio. Durante su paso por los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, lo acompañaban tres de los nombres más importantes de Silicon Valley: Elon Musk, Sam Altman de OpenAI y Jensen Huang de Nvidia. Ante la mirada de los monarcas del Golfo Pérsico, Trump anunció la ruptura con la política de IA y chips que Biden había impuesto durante su administración. El líder demócrata había limitado fuertemente la cantidad de chips avanzados para entrenar IA que Estados Unidos podía vender internacionalmente. El argumento era evitar que esta tecnología clave se consolidara fuera de Estados Unidos o incluso llegara a manos de China.
Irónicamente, el Trump de los aranceles y del “Made in USA” ha llegado a un acuerdo con los Emiratos Árabes Unidos y con Arabia Saudita para venderles cientos de miles de chips avanzados de NVIDIA. Gracias a esta medida, los Emiratos planean construir el centro de datos más importante del mundo fuera de Estados Unidos. La empresa de IA de Abu Dabi, G42, se consolida como una de las más influyentes.
Esta decisión de Trump ha generado polémica. Algunos críticos han dicho que Estados Unidos está regalando su futuro tecnológico a las monarquías del Golfo, aliados dudosos, autocráticos y con vínculos con China. Otros dicen que, si Estados Unidos no refuerza ahora su presencia en la región, Abu Dabi o Riad acabarían apostando por comprar chips de la empresa china Huawei, ampliando así la influencia de Pekín. En la estrategia estadounidense de chips, siempre ha existido una tensión entre controlar la tecnología o ganar influencia internacional.
En cualquier caso, el Golfo Pérsico ya hace años que se consolida como un polo relevante en el futuro de la IA. La región, como ha explicado el analista Kevin Xu, tiene tres ventajas clave: capital abundante, procedente de los fondos soberanos de las monarquías, con ganas de invertir; energía en grandes cantidades, al contrario que Estados Unidos o la UE, donde ya se empiezan a ver limitaciones ante la gran demanda energética de los centros de datos; y una posición geográfica privilegiada, en el punto de encuentro entre Europa, Asia y África, por donde pasa el 80% del tráfico de datos entre los tres continentes. La decisión de Trump —acertada o no— no ha hecho más que aumentar el poder que el Golfo Pérsico tendrá sobre el futuro de la IA y la competencia tecnológica mundial.