Guerra Fría 2.0 en Europa: antes el comunismo, ahora China
Los nuevos aliados "incómodos" de Washington en el Mediterráneo.
(Artículo publicado en el Diari ARA el 19/10/24)
Nueva York. Una mujer de traje negro sube al escenario. Políticos, empresarios y las élites de la política exterior de Washington aplauden. Con una gran sonrisa, el magnate Elon Musk le da un trofeo. Es el Global Citizen Award del think tank Atlantic Council. El premio es entregado a figuras internacionales que representen los valores transatlánticos, de defensa de la OTAN y del orden mundial liderado por Washington. También, en principio, a los promotores del modelo de democracia liberal. La mujer de traje negro, la “ciudadana global” y promotora del atlantismo de este año es la presidenta italiana Giorgia Meloni.
El Atlantic Council no es una rama del ejecutivo americano. Es un think tank independiente donde hay tanto republicanos como demócratas. Pero sus acciones son un indicador simbólico de cuáles son los vientos que corren actualmente en Washington. Giorgia Meloni, la gran representante de la extrema derecha en Europa (con permiso de Viktor Orbán), nombrada “ciudadana global” y ejemplo del atlantismo del momento. Giorgia Meloni, la presidenta que ha retirado a Italia de la iniciativa china de la Nueva Ruta de la Seda. Giorgia Meloni, la malabarista que ha conseguido que ser de extrema derecha en política interior sea un mal menor si se es anti-Rusia y pro-OTAN en política exterior.
El sur de Europa es un territorio donde Estados Unidos ha encontrado hombres (y ahora mujeres) duros que lo ayudasen a avanzar en su agenda geopolítica. En los años 50 y 60, la España de Franco, el Portugal de Salazar y la Grecia de los coroneles. Regímenes dictatoriales apoyados por Washington en plena Guerra Fría, donde la batalla contra el comunismo era más importante que la batalla por la democracia. La caída del Muro de Berlín supuso un paréntesis liberal: Europa vivió una oleada democratizadora y, en el resto del mundo, la ausencia de un gran rival geopolítico hizo que Washington se centrara en su agenda de “promoción democrática”, ya fuera en la versión internacionalista liberal de Clinton o el neoconservadurismo de Bush.
Pero si antes se trataba de la URSS, ahora se trata China. Lo vemos a escala mundial: Washington está apoyando a regímenes autoritarios como Vietnam, Arabia Saudí o Egipto, o iliberales como India o Israel, con el objetivo de continuar siendo la gran potencia hegemónica y contener la creciente influencia de Pekín en regiones como el Indo-Pacífico u Oriente Medio. La Unión Europea, a pesar de la retórica de amistad transatlántica, no es una región ajena a esta dinámica. Para Washington, el crecimiento de la extrema derecha europea es una preocupación secundaria en contraste con su competición con China. Ser autoritario es un pecado menor, que puede ser rápidamente perdonado tomando una posición abiertamente atlantista. En Hanói, Nueva Delhi, El Cairo o Roma, la democracia queda en segundo lugar, como en los viejos tiempos de la Guerra Fría.