(Publicado el 25/07 en el Diari ARA)
En 2016, cuando trabajaba de corresponsal en China, nos invitaron a varios periodistas a visitar las instalaciones de DJI, la empresa de drones civiles más grande del mundo. Sus modelos eran los más competitivos en precio y calidad. Las ventas aumentaban cada año en Estados Unidos y Europa. Había preocupaciones sobre a dónde iban los datos de sus cámaras, pero la discusión tenía un carácter más bien técnico. DJI iba ampliando su negocio para crear drones de mensajería, para agricultura o para producciones cinematográficas.
Diez años después, el debate ha cambiado radicalmente. Los drones se han convertido en una clara arma de guerra. En algunos casos, en el arma más importante: en los últimos meses, más del 70% de las bajas en la guerra de Ucrania son causadas por drones. La mayoría de estos robots no habían sido creados para usos militares, sino que son drones civiles reconvertidos para ser letales en combate. Son una nueva forma de ataque asimétrico, donde drones de pocos miles de euros pueden acabar con tanques que cuestan millones. Ahora mismo, estos robots aéreos son y han sido fundamentales en guerras tan diferentes como la de Gaza, Yemen, Myanmar, Sudán o Azerbaiyán.
Los drones parecen ser el futuro de la guerra. Y quien tiene el liderazgo claro en este sector es China: produce entre el 70% y el 90% de drones civiles y el 79% de las patentes sobre drones tienen origen chino. En caso de guerra, China podría fácilmente reestructurar su manufactura hacia fines militares. China también produce más del 60% y refina más del 90% de las tierras raras, necesarias para la manufactura de esta tecnología. Pekín es el mayor exportador de drones militares, vendiendo a poderes regionales como Emiratos Árabes Unidos, Pakistán, Etiopía, Arabia Saudí, Marruecos o Serbia. China está innovando fuertemente con diseños sorprendentes, desde drones espía del tamaño de un mosquito hasta drones-nodriza que transportan un centenar de robots aéreos en su interior.
En la industria de la defensa, la gran apuesta actual es conectar los drones con inteligencia artificial. La idea es tener un enjambre de cientos o miles de drones coordinados entre sí con IA para atacar un objetivo o defender una posición. También se plantea la misma idea con cientos de drones submarinos vinculados con IA, un arma que tendría especial impacto en localizaciones críticas como el estrecho de Taiwán. Para poder incorporar IA de manera barata, modelos de código abierto flexibles como el Qwen de Alibaba pueden suponer una ventaja comparativa.
Pese a este liderazgo, China tiene una desventaja clave respecto a Estados Unidos: su ejército no tiene experiencia de combate desde hace décadas. En cambio, Washington ha desplegado robots aéreos en Irak y Afganistán, y ahora está probando su tecnología en tiempo real en Ucrania. En términos cualitativos, varios drones bélicos estadounidenses son mejores que los chinos. Pero, como se suele decir en el ámbito militar, la ventaja cuantitativa, dominar en términos de escala, tiene una calidad en sí misma. Esta es la carta que juega China.
¿En serio? La experiencia militar en el uso de drones, es más bien corta en todos los ejércitos. En la guerra Ucrania, estamos viendo cómo los ucranianos están haciendo uso de ellos de manera efectiva, estarás de acuerdo en que la experiencia militar de los ucranianos están más bien poca. en el uso. En cuanto a China, país que conozco bien y he sido testigo del brutal cambio del país en apenas 25 años. Hace eso, 25 años, China era sinónimo de mala calidad y precios baratos, hoy son los alemanes quienes compran coches eléctricos chinos, para desguazarlos e intentar comprender porque sus coches han dejado en ridículo tecnológicamente al resto del mundo. No solo se limita a coches eléctricos.